Un gramo de cordura

Este blog es una buena excusa para investigar nuevas formas de entender la comunicación. El mundo se ha hecho glocal y, para no quedarse atrás, este blog quiere aportar un gramo de cordura y de sentido común hacia todo lo que se mueve en la Red.

Este bloc és una bona excusa per a esbrinar noves formes d'entendre la comunicació. El món s'ha fet glocal i, per no quedar-se enrrere, este bloc vol aportar un punt de cordura i trellat cap a tot el que es mou en la xarxa global.

lunes, 26 de abril de 2010

Parábola bereber
Con el estreno del mes de abril he visitado, por segunda vez en mi vida, Marruecos. El vecino del sur, más lejos de lo que parece en los mapas, siempre ha hecho mella en mi ánimo y me ha producido un cierto desasosiego. La primera vez que pisé suelo marroquí, hace dos décadas, lo hice en Tánger. Ciudad decadente, de pasado colonial y aspecto desvencijado, me gustó bastante y la recuerdo con gusto. Auxiliados por buenos amigos locales, una familia valenciana que llevaba mucho tiempo trabajando allá, nos mostraron rinconces secretos de la ciudad y las más privadas playas en las que nos sentimos muy a gusto. La renqueante economía, la mendicidad infantil o el escaso peso del desarrollo tecnológico, sangraban a la población local, por otra parte siempre dispuesta al regateo y a la amable conversación, con el inevitable té a la menta de por medio. No les quiero aburrir con ese viaje, mi acompañante y yo éramos veinte años más jóvenes y huelga explicar que lo encontramos todo bonito, sino con algún apunte de esta segunda incursión en el reino alauita.

El 1 de abril pasado tomamos tierra en el aeropuerto de Marrakech y, tras rellenar unos aburridos papelitos de entrada al país, teléfonos de contacto y hotel de residencia por si mis hijas y sus padres nos escapamos, llegamos a destino. A pesar de la farragosa burocracia, los tics autoritarios del régimen aún se dejan sentir, la bienvenida en el hotel fue reconfortante. Tras el nocturno paseo por la plaza de Jamaa el Fna, un microcosmos donde pasa de todo, tuvimos que descansar porque el día siguiente se presentaba intenso. La excursión estaba prevista al conocido como Valle del Ourika, unos 60 kilómetros al suroeste de Marrakech, en la zona del Alto Atlas. Pasamos por varios poblados que parecen anclados en la mismísima Edad Media. En sus improvisados mercados, con sacamuelas de alicates incluido y venta de dentaduras postizas de segunda mano, se venden materias primas que en nuestro mundo no se encuentran ni en los peores rastros o en los contenedores de ropa usada. No exagero, lo he visto y lo he fotografiado.

Pero lo que me gustaría resaltar es que, tras un minucioso recorrido por otros pueblitos con las mismas particularidades de subdesarrollo y de falta de “civilización”, amén del estado de las carreteras del que no me detendré demasiado, entramos en una típica casa bereber. Aparte de las infraestructuras domésticas, ancladas también en el pasado más lejano, apreciamos un detalle que no nos pasó desapercibido. En los tejados de todas las casas de este valle bereber olvidado por el tiempo siempre destaca la presencia de una antena parabólica. Se trata de una contradicción tecnológica que encuentro muy estimulante. Los habitantes de este valle pueden vivir y tener un nivel de vida que no ha cambiado en siglos, pero están al día de lo que pasa en el resto del mundo y cómo viven otras personas en otros países. La tecnología ha hecho accesible cosas que antaño no podían ser vistas. Decía el guía que nos acompañó que tienen una parabólica para ver “El Diario de Patricia”. ¿Hay alguna parábola encerrada en este hecho que no atisbo a comprender?