El
Paleolítico de Internet
Érase una vez en el
mundo cuando los teléfonos móviles ya no servían para hablar sino que se usaban
para conectar personas, máquinas y para generar negocios. Recuerdo, cuando era
joven, allá por la segunda mitad del siglo XXI, cuando se pusieron de moda los
implantes biomecánicos. Es decir, diminutos microchips orgánicos que se
insertaban en la piel y que mantenían tus sentidos alerta frente a los inputs del mundo real. Por ejemplo, las
noticias ya no llegaban a ningún dispositivo externo, entraban directamente a
tu cerebro y allí, en una extensión creada a tal efecto, se ordenaban y
estructuraban para que fueran asimiladas por la consciencia. La mente se había
hecho más compleja y permitía ésta y otras filigranas que deslumbraron a la
humanidad de esos años 2050-2060. Los replicantes
(no los de Blade Runner que se
consideraba un clásico superado de la ciencia
ficción del siglo anterior) controlaban todos los resortes de las
comunicaciones. Decidían, en función del estado de ánimo en que se encontrara
el usuario, qué era aquello que quería escuchar, ver o sentir. Las máquinas inteligentes
controlaban las neuronas y, haciendo un análisis de proyección sobre el
usuario, le iban suministrando la música que más le convenía directamente a los
oídos; las imágenes que le entraban por los ojos; la información que llegaba a
su sistema nervioso e, incluso, estaba en proceso experimental un acompañante virtual
que le guiaba en su existencia. Este último, en función de la programación que
decidía el cliente, ordenaba la existencia diaria según la biografía personal escogida.
Cada usuario podía elegir entre perfiles diferentes y vivir vidas que habían
sido dispuestas hasta en sus mínimos detalles por androides autónomos que las
habían probado antes con resultados fructíferos. Pero todo eso pasó cuando las
redes de comunicación planetarias aún se encontraban en aquello que los
expertos bautizaron como el Paleolítico de Internet. Ahora nos encontramos en
el siglo XXII y la última revolución tecno-social nos ha traído una nueva era a
la que aún no le han puesto nombre. Pero algunos nostálgicos aún celebran, un
17 de mayo como hoy, el Día Global de Internet.